¿Decimos Katherine o Catalina?

No me voy a poner a hablar de la reciente boda entre William (¿O Guillermo?), heredero al trono de Inglaterra (¿O Gran Bretaña? ¿Qué tiene que ver la Commonwealth aquí?) y Kate Middleton (¿O Catalina?).

No. No ahora, al menos.

Hace pocos días tuve un amago de discusión en twitter con una periodista bastante reconocida por su labor, Erika Fontalvo.

Le pregunté a ella: ¿Cómo así que Catalina Middleton?

Ella responde en el programa Hoy por hoy en Caracol Básica (bueno, no sé si a mí, porque imagino que le llegaron trinos con la misma inquietud) que le preguntó a no se qué gente en el BBVA (creo recordar que este emporio bancario subsidia una fundación que tiene como misión velar por el buen uso del idioma, corríjanme) y, a su vez, ha tenido como respuesta que simplemente lo deseable es «castellanizar» los nombres extranjeros.

Pues pensé: ¡Bien! Ahora puedo decir Jorge Arbusto o Catalina Muñetón con total tranquilidad.

Como buena ñoña que soy, envié mi duda a la gente que sí sabe, a los de la Real Academia de la Lengua Española.

La respuesta pronta que recibí es transcrita a continuación:

«En relación con su consulta, le remitimos la siguiente información:

Como indica la nueva Ortografía de la lengua española, en la decisión de traducir los antropónimos extranjeros intervienen factores de muy diversa naturaleza: lingüísticos, como su grado de motivación o su connotación semántica (cuanto más significativo sea un nombre propio, por tratarse de un nombre arquetípico o de un apodo o sobrenombre, más acusada será la necesidad de traducirlo), y sociolingüísticos, como las convenciones vigentes en la sociedad conformada por los hablantes de la lengua de llegada en un determinado momento histórico.

La tendencia más generalizada en la actualidad para los nombres y apellidos de personas reales es la transferencia, esto es, el empleo en el discurso español de la forma que presentan en su lengua de origen cuando esta se escribe con alfabeto latino; este tipo de expresiones, pese a su carácter extranjero, no precisa de marcación tipográfica especial:

Henry Miller, Leonard Bernstein, Marcello Mastroianni, Marie Curie, Simone de Beauvoir.

Frente a la preferencia actual, en otras épocas los antropónimos que correspondían a personajes históricos extranjeros solían sufrir un proceso de hispanización, bien por traducción o equivalencia, bien por adaptación al español: Juana de Arco (de Jeanne d’Arc),Tomás Moro (de Thomas More), Martín Lutero (de Martin Luther), Ana Bolena (de Anne Boleyn), Alberto Durero (deAlbrecht Dürer).

Durante el Renacimiento era habitual adaptar tanto el nombre de pila como el apellido, pero con el tiempo se fue imponiendo la costumbre de traducir únicamente el nombre de pila: Josefina (por Joséphine) de Beauharnais, Carlota (por CharlotteCorday oTeodoro (por TheodoreRoosevelt. La presión de la moderna tendencia hacia el respeto de la forma original es tan fuerte que, para muchos personajes históricos cuyo nombre tradicionalmente se traducía, alternan hoy en similares proporciones la forma transferida y su traducción, como sucede en los siguientes casos: Carlos Marx / Karl Marx, Eduardo Manet / Édouard Manet, Pablo Casals /Pau Casals. De hecho, la transferencia es, en la práctica, la única opción para aquellos nombres propios que no tienen correspondencia ni semejanza con ninguno español: Alain, Allison, Darrell, Heidi, etc. Como norma general, mientras las formas hispanizadas conserven su vigencia, se recomienda utilizarlas en los textos escritos en español; sin embargo, se prefiere hoy la forma original de un buen número de nombres extranjeros cuyas hispanizaciones han caído en desuso: por ejemplo, el impresor alemán conocido en otros momentos como Juan Gutembergo es mencionado en nuestros días como Johannes Gutenberg.

En la actualidad, únicamente se hispanizan, mediante traducción literal, equivalencia o adaptación, los siguientes antropónimos:

a)      El nombre que adopta el papa para su pontificado, a diferencia de su nombre seglar: Juan XXIII, frente a Angelo Giuseppe Roncalli.

b)     Los nombres de los miembros de las casas reales: Isabel II de Inglaterra, Gustavo de Suecia o Diana de Gales. No obstante, la transferencia está ganando terreno también en este campo: Harry de Inglaterra, Frederik de Dinamarca, Harald de Noruega.

c)      Los nombres de santos, personajes bíblicos, personajes históricos o célebres: san Juan Bautista, Herodes, Julio César, Alejandro Magno, Nicolás Copérnico, Miguel Ángel.

d)     Los nombres de los indios norteamericanos: Caballo Loco, Nube Roja, Pequeño Alce, Toro Sentado.

e)      Los nombres propios motivados, como los apodos o los apelativos y sobrenombres de personajes históricos, a fin de preservar su connotación semántica: Pipino el Breve, Iván el Terrible, la Reina Virgen, Catalina la Grande.

Reciba un cordial saludo.

__________

Departamento de «Español al día»

Real Academia Española»

¿Ah?

Díganme fastidiosa, porque lo soy, pero no sentí resuelta la duda. No importa, igual yo ya decía Diana de Gales y también idiota a su ex-esposo Carlos. No me recuerdo  diciendo: «¡Miren al care-caballo este de Charles diciendo que le gustaría ser un tampón!»

De todos modos, se hace evidente que esto que escribo no solo tiene que ver con el idioma.

Quizá, siga hablando de esas tonterías que me asaltan y apasionan como excusa para no volver a descuidar este espacio.

Solo quizás.

7 respuestas to “¿Decimos Katherine o Catalina?”

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    Excelente. Ellos lo muestran como una tendencia de uso y no como una tendencia normativa. Por lo tanto, es un espacio de discusión en el cual se pueden presentar argumentos en favor de ambas posiciones.

    Yo considero que los nombre propios se deben conservar en idioma original, salvo las excepciones que anotaban los académicos en las viñetas. Por dos motivos:

    1. Me parece chauvinista tener que traducirlo todo al castellano. Al conservar el original se puede tener un criterio más universal para referir a los personajes y para buscar bibliografía sobre ellos o de su autoría, sin hacer un enredo. Así, siempre se dirá y se escribirá igual el nombre en cualquier idioma. Yo particularmente no me quiero llamar Nicholas Opera Solo Songs en inglés o Nicolas des Aires en francés.

    2. En el mundo actual abundan las migraciones. Parte de este fenómeno está en que a los niños nacidos en un lugar, que son hijos de inmigrantes extranjeros o que nacieron en un país con fuerte influencia de otro, es común que ponerles nombres con origen en un idioma y apellido con un origen en otro idioma. Incluso, pueden tener nombre y apellidos que no son del lugar de nacimiento, pero que sí se relaciona con el lugar de orígen de sus ancestros. ¿Qué haríamos entonces con los germanodescendientes o similares, famosos incluso, colombianos de nacimiento, que tienen nombres como Antanas Mockus, Christian Hederich o Robert-Max Steenkist? ¿O con los pintorescos nombres de Roger Suárez, John Pongutá o Kevin Sánchez? ¿O con la nobleza criolla de los De Greiff? ¿les borramos las marcas de su pasado?

  3. Buenísima reflexión.. para mi, y según la explicación, debe ser Kate.. cuando sea reina, tal vez, Catalina.

  4. Mariela Says:

    Barbarita, mija, es por estas actitudes de intensa que seguiré leyéndola quizás, solo quizás siga escribiendo.

  5. Simplemente magistral! Felicidades 🙂

  6. ¡ Genial, Barbra !

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